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Hace seis meses, el director de la película “Emilia Pérez”, Jacques Audiard, en una entrevista otorgada al medio francés Konbini, dijo el siguiente comentario: “El español es un lenguaje de países modestos, de países en desarrollo, de pobres y migrantes”. El comentario, un intento de salvar su película y redimir las acciones de la actriz protagónica, Karla Sofia Gascón, atacó y denigró a un idioma que le ha dado arte, poesía, magia y riqueza cultural al mundo.
El español es uno de los idiomas más importantes en el mundo; es la cuarta lengua más hablada en el mundo y se considera el segundo idioma más importante en la comunicación internacional. Es un idioma que le ha dado al mundo los versos más exquisitos de Claudio Barrera y Gabriela Mistral; la capacidad de viajar y vivir en cada página de García Márquez, Vargas Llosa y Cervantes Saavedra; caminar y caer en el amor en cada poema de Octavio Paz, Rubén Darío y Mario Benedetti; recorrer los laberintos y emocionarse con cada fragmento de Julio Cortázar, Jorge Icaza, Augusto Roa, Aquileo Echeverría y Rómulo Gallegos; megáfonos para pioneras como Adela Zamudio, Amelia Denis y Salomé Ureña; plataformas de activistas y generadores de cambio como José Martí, Francisco Gavidia, Miguel Asturias e Isabel Freire.
Sin embargo, el director francés no es pionero ni original con sus comentarios xenófobos. Lastimosamente, vivimos en un mundo donde distintos sectores de la sociedad normalizan estos comentarios. Es pan de cada día ver cómo líderes y opinadores asocian los males de este mundo a un idioma y no a las decisiones que ellos mismos han tomado. Lo más cómico de estos hechos es que los comentarios y ataques a un lenguaje tan sublime vienen de personas que no saben ni entienden el idioma. Ignorantes, los cuales se atreven a opinar sin saber que es una eñe.
En un mundo tan globalizado y polarizado, donde el arte y especialmente el cine juegan un papel tan importante, debemos rechazar los ataques a las culturas e idiomas. Esconderse detrás del arte no es argumento para menospreciar un idioma y mucho menos a las personas que lo hablan o que lo llevan en su sangre. No importa si usted habla español por sus padres, por su país, por iniciativa propia o por curiosidad; el español, como cualquier otro idioma, nos permite acercarnos y abrir las puertas del diálogo y conocimiento con otras culturas. No convirtamos otros idiomas en discursos de odio para atacar lenguajes y personas que pueden parecernos ajenos. Los idiomas no son los que transmiten odio; son los malpensantes e irresponsables seres humanos los que lo alienan y desfiguran de su noble propósito: comprendernos.
This article was edited by Sarai Batallas and Abigail Turner. Copy editing done by Sophia Rocha and Emilia Rodriguez.